Antes de la última guerra mundial, cientos de muchachos estaban construyendo modelos de aviones y experimentando con ellos, y confiando en volar algún día en uno de verdad. Un alumno del Instituto de Verdún, Quebec, decidió hacer algo más que confiar. Todas las tardes se iba en bicicleta al aeropuerto de St. Hubert y se ofrecía para hacer cualquier trabajo sucio en un avión, para aprender algo y con la esperanza de volar. De vez en cuando uno de los pilotos lo llevaba en un vuelo corto.
Luego se consiguió un trabajo, y empezó a economizar moneda a moneda hasta que reunió bastante para pagarse lecciones regulares de aviación. Finalmente completó las horas de vuelo necesarias, se presentó a examen, lo aprobó y recibió su licencia de piloto.
Cuando empezó la guerra fué en seguida a una estación de reclutamiento de la R.F.A.C. Pero sufrió el gran desengaño de que le negaran la entrada porque no había pasado la matrícula superior. Una vez más: ¡decisión! Se enteró de que la Real Fuerza Aérea de Inglaterra no exigía ese nivel educacional. Pero no tenía dinero para el pasaje hasta Liverpool o Londres. ¿Cómo llegar hasta allá?
Se fué a los muelles de Montreal, buscó y obtuvo trabajo en un barco de ganado. Desembarcó en Southampton, llegó hasta Londres en parte caminando, se dirigió a la más cercana oficina de reclutamiento de la R.F.A. ... y fué aceptado.
"Buzz" Beurling alcanzó su meta porque de muchacho no cedió ante las dificultades. Persistió hasta triunfar.