Se cuenta que un jovencito, viajó hasta un monte apartado en busca de un sabio que se suponía tenía la respuesta para todos los secretos de la vida. Quería encontrar a Dios y creía que este sabio podría ayudarle.
Después de mucho esfuerzo logró encontrarle y le expresó sus deseos. El sabio y el joven conversaron durante un buen rato, y después el primero le pidió al jóven que le siguiera. Le llevó a la orilla de un lago, se sentaron y continuaron hablando. De pronto el sabio agarró al joven por el cuello y lo sumergió en el agua y lo mantuvo allí.
El Jóven trató de escapar de aquella mano de hierro, pero el hombre era más fuerte que él.
El Jóven se convenció de que iba a morir.
Justo cuando el joven estaba a punto de rendirse y aceptar la realidad de la muerte, el sabio lo sacó del agua. El Jóven aspiró el aire con desesperación, costándole un poco normalizar la respiración, cuando lo logró se dispuso a gritar en protesta, pero el sabio le silencio con la mano y le dijo: "...Cuando tu desees a Dios tan desesperadamente como querías el aire, entonces y solo entonces, lo encontrarás..."