
Era una niña y se llamaba Cristina. Padecía malformaciones arteriovenosas que le producían hemorragias cerebrales. Cristina, antes de fallecer, escribió la siguiente carta dirigida a su madre ...

Era una niña y se llamaba Cristina. Padecía malformaciones arteriovenosas que le producían hemorragias cerebrales. Cristina, antes de fallecer, escribió la siguiente carta dirigida a su madre:
“De Cristina a mamá...
Quiero que sepas que siempre te quise y siempre te querré. Sé que iré al cielo, y sé que te veré cuando mueras. No quiero verte llorar todo el día. Estaré feliz en el cielo... y quiero que siempre lo tengas presente. Di todas las noches: Felices sueños, que Dios te bendiga, te quiero. Gracias, Dios. También quiero a papá y a mis hermanitos. Estuvísteis a mi lado en los buenos y en los malos momentos y nunca lo olvidaré. Te quiero mucho, muchísimo.
Con mucho cariño, tu hija siempre.”
No existe lazo más profundo que el del amor. Cristina lo refleja desde su corazón de niña, en el contexto de su dramática situación.
El amor supera a la muerte, y se extiende decidamente hacia su destino eterno. Así el amor de Dios, no tiene fronteras, ni hipotecas que lo limiten. Ama y ama. ¿Quieres tú descubrirlo y vivirlo?
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