“Pajarillo” me ha venido a ver. Me ha buscado por las calles del centro, pero al no encontrarme decidió bajar a las cloacas. Sabía que yo dormía en una de sus galerías. Cuando me encontró, rápidamente me preguntó: “Niña, ¿quieres ser mi amiga?”
“Pajarillo” nació en un burdel. Des de muy pequeño conoció el silencio del desamor. Nunca recibió una muestra de cariño. Un día, ingenuo, le dijo a su madre: “Mamá, todos esos señores ¿son mis papás?” Por respuesta recibió una bofetada.
“Pajarillo” pasaba muchas noches en las calles. Su madre estaba con sus amigos y éstos querían estar solos. Pero un encuentro providencial cambió su vida.
Un día estaba acurrucado en el suelo, cubriéndose de la lluvia que caía, cuando escuchó unos sonidos poco comunes. Acercándose al lugar de donde provenían, con sorpresa, conoció su origen: un pequeño gorrión caído del nido. Cogiéndolo con cuidado, lo cubrió con su mano y con ternura lo introdujo entre sus ropas para que se calentara. Le puso de nombre: Hércules.
Siempre lo llevaba consigo. Incluso le hablaba piando como si él también fuera un gorrión.
Le contaba sus cosas, sus sueños y sus pesadillas.
Una tarde, Hércules dejó de cantar y “Pajarillo” dejó de hablar. Después se marchó de casa.
Hoy, “Pajarillo” y yo somos amigos.